El desarrollo de la infraestructura de transporte tiene una
correlación positiva con el crecimiento económico. Una mayor disponibilidad y
calidad de los servicios de infraestructura contribuyen a incrementar la
productividad de los factores y reducen los costos de producción, favoreciendo
de este modo la competitividad de las firmas e incentivando la inversión y el
crecimiento económico, el cual a la vez, genera un aumento en la demanda por
servicios de infraestructura, complementándose el círculo virtuoso. Del mismo
modo, la calidad y eficiencia de la infraestructura de transporte impactan
directamente sobre los costos de logística en general y del transporte en particular, también
permite reducir la distancia económica entre los centros productivos y sus mercados
de destino, influyendo por lo tanto sobre la distribución espacial de la
actividad económica nacional, asi como en la forma en que se estructuran los
flujos del comercio internacional.
En América Latina, la infraestructura de transporte, al
igual que otros sectores de infraestructura, presenta importantes deficiencias.
Más aun, si se compara la región con otras economías emergentes, queda de
manifiesto que este rezago es tanto en términos cuantitativos como
cualitativos. Una de las razones que explica este retraso, es que la inversión
total en transporte en la región se ha reducido a la mitad durante las últimas
dos décadas. Este retraso en la dotación de infraestructura puede condicionar
seriamente el desarrollo de América Latina, al limitar las posibilidades de
expansión económica en el tiempo, impidiendo los beneficios derivados de las
economías de escala y la especialización, tanto a nivel subnacional, nacional y
regional.
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