El sur de Europa y Canadá, así como algunos países
asiáticos, se sumaron a Estados Unidos como destinos migratorios de los
latinoamericanos y liderazgo femenino incorporo una nueva tendencia en la
conformación de las familias trasnacionales latinoamericanas, además del
constante incremento de la fuga de capital humano. El incremento de las remesas
permitió generar paliativos ante los acrecentados niveles de pobreza de quienes
permanecían en los países de origen, pero se confirman insuficientes para generar desarrollo. Los efectos de la
reciente crisis económica internacional se resienten también en los envíos de
dinero y los inmigrantes en mermadas sus condiciones de vida, ahora lejos de
sus países de origen. Las políticas de control de flujos, tienden a señalar la
inmigración como causa de conflictos sociales y la opinión públicas de los
países receptores tienden a considerar un “problema” producido por las
condiciones socioeconómicas de los países de origen, subestimando las
condiciones de atracción generadas por la creciente necesidad de mano de obra
extranjera en determinados nichos laborales de las economías desarrolladas.
Hoy prácticamente no existe ningún país ni ciudad
latinoamericana que no forme parte del proceso migratorio, bien por emisores o
por receptores de migrantes. Los sueldos y las relaciones familiares se
negocian en el ámbito trasnacional. América Latina existe mas allá de las
fronteras de la región, en otras áreas geográficas donde las condiciones
económicas, políticas o sociales generan atractivo para conseguir proyectos de
vidas individuales o familiares, temporales o permanentes.